domingo, 5 de febrero de 2012

Introducción a "La Oscuridad"



          ¿Por qué he de identificar filosofía con peligro? Tal vez no haya respuesta más sencilla: porque lo verdaderamente filosófico no puede ser otra cosa que aquello que pone en jaque el conocimiento que se tiene de uno mismo y su lugar en el universo, si tal lugar existe. Por esa razón me dedico yo a armar esta suerte de libro en donde reúno aquellos aspectos que aparecen de ordinario en la cotidianidad y los hago caer por un vacío inevitable. Cosas como la muerte, el engaño, el suicidio y la oscuridad no pueden sino aquejar el espíritu, y los exalto aquí. A veces será arte en estado puro, y otras será una peste que provoque una pesadilla en ese espíritu.
No encontrará aquí, lector, un remedio para esas cosas. Percatado de esto, puedo decirle que tampoco seré yo igual a usted, no se identificará a lo largo de este texto. De hecho, esa es su sensualidad: en lo profundo de un telar de vacío y oscuridad no se puede apreciar nada más que uno mismo, desnudo y frío. No tener nada qué decir; ese es el fin del mundo. Pues bien, yo me atreveré a decir un par de cosas.
Es más que nada para acabar con esa inutilidad que se le atribuye a la filosofía; es para presentar un mundo desconocido e impregnarlo en las pieles y ropas de la gente; es para el que quiere pensar hacia adentro y explotar. Es un texto que no lo escribo para nadie, sino contra todos.




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sábado, 2 de abril de 2011

   El mañana existe...

   "No hay mañana". Sí, lo hay.
   La vida no es corta. Es larga, y a veces muy larga. Es cierto que a cada día, a cada suspiro, se acorta, pero eso no refuta lo recién dicho.
   "Carpe Diem". Horacio tenía menos juventud que la de ahora. Keating se apresuró un poco. De hecho, él todavía era joven.
   "Vive todos los días como si fuesen el último". Entonces no hay vida. Me suena a suicidio-porque-sí.

   ...y un día dejará de existir.



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jueves, 10 de marzo de 2011

RELATO: Papeles del Obtuso


DÍA 3 – Filosofía barata

Hace unos días comencé esto, y creo que tengo que terminarlo. No tengo nada mejor que hacer. Pero tampoco quiero obligarme. Hay mejores maneras de matar el tiempo. Creo que lo mejor es ir al punto sin vueltas. Me parece estúpido, sin embargo, tratar todo esto. ¿Y qué si me dio miedo? ¿Eh? Ya les dije, yo siempre me pregunto por qué son las cosas realmente. ¿Y qué fue lo que pasó esa tarde? Simplemente eso. No debo darle más importancia de la que tiene. ¿Y qué si me siento solo? ¿Y qué si me vi como un perro viejo abandonado y loco en una habitación? Hace semanas que no levanto las persianas. ¿Cómo iba a saber yo que era de día, si no me importaba? ¿Para qué seguir con este tema? Será mejor que se olviden de mí y de todo esto. Dejen de leer, ya no vale la pena. Voy a terminar con este asunto. ¿Quieren revelación? ¿Quieren iluminación? Está bien. Al verme así, me di cuenta de que estoy solo, y que no me gusta. Ese es el significado del miedo, del escalofrío molesto que me corrió por todo el cuerpo. Soy humano, es natural. Viendo mi pasado encuentro a un tipo demasiado hipócrita, estúpido y sabelotodo. Un pendejito que sabía que la vida carecía de sentido, pero que no tuvo mejor cosa que hacer que seguir vivo. Tal vez la vida vale la pena, pero ¿qué vemos cuando reducimos eso a una sola vida? Vemos a ese pendejito, cuya vida no tiene valor alguno. Y encima tiene el tupé de seguir vivo.

Sí, está bien, supongo que otra vez me fui de boca. No es tan así el asunto. Pero así lo vi recién, cuando lo escribí. ¿Qué diferencia hay ahora? ¿Qué me hace mejor que el Yo de hace unos minutos? ¿Por qué ahora lo pienso en frío y puedo ser más racional? ¿Desde cuando tiene tanto valor la razón? ¿No es la razón la que nos conduce a la locura? ¿Y no es la misma razón la que juzga de insana a una persona, y al mismo tiempo la condena, cuando no cumple con lo que la misma razón establece como normalidad y regla? ¡¿Y cuándo es el momento en que todo esto se vuelve absurdo y molesto?!... Hoy me levanté mal, creo. Todo me molesta. Lo mejor será dormir un poco para estar más tranquilo.
Recién agarré la silla y la tiré hacia la pared. Bonito agujero se hizo. Lo contemplé con gusto por un rato, pero otra vez vino a invadirme ese sentimiento que me paralizó en mi habitación. Ya no sé qué me pasa. No me conozco… Creo que es hora de esa prometida siesta.


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martes, 15 de febrero de 2011

RELATOS: Papeles del Obtuso


DÍA 2 – C’est La Vie

¿Qué estaba pensando? No soy miserable. Sería un caradura si lo dijera. Para nada, para nada miserable. No puedo ni darme el lujo de serlo. La verdad es que no puedo quejarme. Nací en una familia con mucho dinero. No ricos, pero sí que pocas eran las preocupaciones en la casa. Terminé el secundario, y no sentía deseos de seguir estudiando. Nadie objetó nada al respecto y fue así como tengo muchos recuerdos del techo de mi anterior cuarto. ¿Y para qué iba a cambiar? Es imposible cambiar. Si alguien me lo hubiese propuesto, no le podría encontrar la coherencia. Hay, de todas maneras, un momento en que cambiamos: cuando ya no hay alternativa. Y en realidad no es un cambio sino una especie de rendición. Cambiamos, sí, pero porque hay que hacerlo. Y entonces deja de ser cambio, aún cuando luego intentamos mirar hacia el pasado y sonreír por ese momento, y se vuelve una carga. Soy lo mismo, pero cambió el hecho de que tengo que llevar esto. Y un cambio así, no es cambio. No digo que hay que amar el cambio, explico lo que éste es, y así detallar lo que me pasó a mí. En este caso, el cambio (con su complejidad) es otra reacción.
Como les dije, mi familia tenía pocas preocupaciones. Y yo no estaba en ellas. Puedo decir que terminé el secundario porque mandar un hijo a estudiar es algo que ya se torna obvio, y sería ilógico que no suceda. Terminé, y ya nada parecía haber más allá. “Padre, no quiero estudiar más”, dije. ¿Objetó algo? No. No le interesaba. Y no crean que esto me importaba. Planteado el tema del cambio, pregunto, ¿por qué tendría que haber sido yo “la oveja negra”, ser diferente? No estaba en mis planes. Y puedo decirles que nunca lo estuvieron. Pero lo que sí debo admitir es que cuando mi padre falleció, reaccioné. Duró más que otras, y esto es casi obvio. No soy tan frío o estúpido. Era mi padre, y había muerto. No me gustaba ni medio eso. Pero recuerden que muchas veces no es lo que pasa, sino cómo lo manejamos. Mi manera fue seria y fuerte. Y aunque de momentos me parecía haber tomado aire para dejar que todo pase, siempre concluía en que no servía porque no lo necesitaba. Llegamos del funeral, por ejemplo, y tan sólo me senté en una de las sillas del comedor, y miraba a través de la ventana. No lloré, no pensé, ni recordé los momentos felices; sí, los hubo. Mi padre no era malo (de repente pienso que me la paso mintiéndoles, o que me miento a mí mismo al decir que no soy miserable). Pude mirarlo y sonreír al mismo tiempo alguna vez.
Creo que fue después de una siesta cuando decidí irme a vivir solo, con veintitantos años. La verdad es que me aburrí y decidí ser bibliotecario. Me gustan los libros pero no creo tener talento para escribir. De hecho, escribo esto porque estos días fueron raros y en éste momento es lo que tengo en mente hacer, y si han de ver alguna habilidad, o estilo si se quiere, para la escritura es por unos años de lectura, nada más.
La cosa es que aprendí a no sentirme tan mal por la muerte de mi padre o por alguna circunstancia parecida. Con esto explico que no soy miserable. Si me siento así es otra cosa, y hasta sería por otros motivos. Mi punto es recalcar lo siguiente: una cosa es contarles las angustias que me invaden…y otra es irse al carajo. Ayer comencé por una simple oración (que debo decir me provocó cierto orgullo falaz haberla escrito) y terminé diciendo que soy miserable. Como pueden ver, parece un chiste muy malo. Si hago una descripción, ahora más tranquilo, de lo que pasó ayer, repetiría la primera frase. No cambiaría nada. Sin embargo, no puedo negar que lo que sentí no fue para nada agradable. ¡Pero tampoco para decir tal cosa! Por eso, como les prometí, trataré de explicar el por qué, el significado.[1]
No puedo. Tal vez necesito más tiempo.
O tal vez no sirvo para esto…no sé…Es como si[2]


[1] En los papeles originales, entre éste y el siguiente párrafo, hay frases sin terminar y tachadas.
[2] El texto se detiene aquí.



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EL BOSQUE DE LAS ARPÍAS
Gustave Doré

lunes, 7 de febrero de 2011

RELATOS: Papeles del Obtuso



DÍA 1 – De repente, no hay pasado

Hace un rato entré a mi habitación y prendí la luz. Son más de las dos de la tarde.
Así termina mi intento de introducción. No logro concentrarme en qué pasó antes.
¿Acaso no será nada? Siempre que me siento raro en algún momento, no importa si luego eso dará por resultado miedo o alegría, no puedo evitar hacerme la siguiente pregunta: ¿qué son realmente las cosas, los hechos? No sus significados. Para describirlos hay tiempo. Además, uno no reacciona por el significado de algo (y es más, la reacción es lo que tiene significado). No…uno reacciona, nada más. Pero es otra la pregunta. ¿Qué son las cosas realmente? No en sí, no existe tal cuestión. Qué son las cosas realmente, en la realidad. Y todo esto me sirve para explicar lo que acabo de relatar. Al prender la luz y notar, detrás de la persiana, que el sol estaba allí, reaccioné. “Se dio cuenta”, no. Simplemente reaccioné. Aquí no hay nada de descubrimiento, ni bajada de ficha, ni iluminación, ni nada de lo que se piense. Reaccioné.
“¿Cómo?”, sería la siguiente pregunta. Al notar tal situación me corrió un frío por el cuello y sentí la necesidad, por instinto creo yo, de salir de inmediato de allí, y me aferré a ésta silla. Cual hijo sorprende cojiendo a sus padres, asustado por haber visto algo prohibido, así me aferré a la silla y a la mesa. Y lo peor es que, supongamos que fuese un sueño y un temible monstruo me persigue…¡está allí no más, en mi habitación! ¡Y yo sentado en la sala! Basta. Me retuerzo de recordar lo que sentí. Verán, el miedo surge de lo que puede ser aquella cosa. Los gritos y la huida son naturales. Automático, una herramienta de supervivencia. Pero todo se torna una pesadilla infernal cuando la mente comienza a trabajar. Es horrible. De ese estado mental en carne cruda, pasar a tener conciencia de ese estado, hay un trecho, no tan largo, es cierto, pero largo al fin. Y se sufre. Primero hay que salir de allí, luego lo demás.
Y esto lo afirmo hasta que me muera. ¿Por qué sino escribo después de casi tres horas desde que ocurrió todo esto. Así es, no escribo para liberarme o por pasión o para conocerme a mí mismo o porque trato de vivir la vida que no tuve, o lo que fuera. Lo hago porque vi el papel acá arriba, y porque si no hago algo creo que me voy a morir. Y otra vez reaccioné.
No sé qué más escribir porque como ya les dije, necesito tiempo para pensar y, sí, está bien, descubrir qué significa todo esto. Por ahora supongo que serviría, de algún modo, decirles o comentarles el contexto. Vivo solo. Soy otro más en la ciudad, y soy bibliotecario. ¡Pocas palabras bastan para describir mi miseria!




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