Pretendo en el presente artículo, a modo de extensión de la primera parte, analizar el derecho a estudiar que tanto alumnos disidentes como gente opositora a las medidas de las tomas de colegios usan como argumento para repudiar dicho accionar. Espero se lea y sea comprendido correctamente, ya que puede ser malinterpretada y tomada como una crítica con manchas de autoritarismo.
Quiero partir de la siguiente pregunta: ¿es la mayoría quien debe decidir qué medidas tomar ante ciertos temas? En un sistema democrático, ésta pregunta es respondida fácilmente. Dicho sistema se basa en eso. Ahora bien, ¿cuál es la medida que es tratada? La toma de un colegio. Si nos ponemos a pensar seriamente, parecería que la medida suena a un accionar que tomaría un sector autoritario. Otra pregunta me viene a la cabeza, ¿quiénes son los actores que llevan a cabo ésta medida? Son nada más y nada menos que los estudiantes. ¿Terroristas? ¿Asesinos? No, sólo estudiantes. “Sector autoritario” fue la descripción que usé para nombrar a aquellos que quisieran tomar una institución. Me parece que si nos planteamos que son estudiantes los que toman un colegio, la palabra “autoritario” queda un tanto devaluada en cuanto su definición más concreta, hasta el punto en que puede ser descartada como descripción correspondiente. Uniendo esto con la pregunta planteada en un principio, me parece que no es necesario hacer una asamblea y que se elija por mayoría si se toma un colegio o no (hablando más personalmente, creo que se hace porque queda bien). Cuando los estudiantes salieron a hablar con respecto al asunto, una de las preguntas comunes (entre comentarios cuyo único objetivo fue desprestigiar a los estudiantes) fue: “¿La mayoría decidió la medida?” Y francamente no me parece importante. Primero porque la causa es acertada, y los que no estén de acuerdo, con toda sinceridad, me parecen estúpidos. Y como ellos me refiero al modo, pues “a todos les importa y están de acuerdo con la causa”. Y segundo, porque en efecto es una medida extrema, y siendo así hay que jugársela y nada más. Ahora bien, ustedes podrán decir que es “autoritario”, pero esa palabra es sinónimo de “tirano”, “dictador”, “autócrata”. ¿En verdad creen que lícitamente éstas palabras corresponden a una descripción de los estudiantes? Voy a lo siguiente: no cometen dicha medida porque quieran imponerse sobre todo lo establecido, creo más bien que quieren cambiarlo. ¡Mucho menos porque tal vez el día de mañana hagan un golpe de estado, como periodistas han comparado estúpidamente! ¡No son terroristas! Lo hacen porque creen que es lo correcto, y lo hacen de esa manera porque ya hace tiempo que éste tema ronda por los aires y nadie parece querer hacerse responsable de él. La medida es extrema, no tendría que llegar a esto. Pero no pueden negarme que no se tratan los temas hasta que no sucede lo peor. Hay extremosidad cuando se toma un colegio, pero también lo hay del otro lado, y encima tratan de esconderlo. Díganme si no es extremo accionar cuando un pedazo de techo cae sobre un alumno. En caso de que no estén de acuerdo con este tema de lo extremo, solamente puedo decirles que están equivocados.
Los estudiantes disidentes, los periodistas profesionales y políticos argumentan que cuando se toma un colegio se le niega el derecho a estudiar a los que no están de acuerdo en la medida. Estos disidentes reclaman dejarles entrar al colegio y que un profesor los instruya en historia, matemática, y demás. ¿Acaso es ésta la única manera de nutrirse de la cultura? ¿No pueden agarrar un libro y leer? Es cierto y me parece correcto que hayan escuelas. Pero también es cierto que ese no es el único momento en que uno se interesa por el conocimiento, mucho menos en el que accede a él. Cuando yo defiendo el derecho a estudiar, estoy rechazando el hecho de que alguien me ponga contra la pared y me diga qué estudiar y qué no. Ésa es la verdadera ruptura al derecho a estudiar, un sistema que me diga qué pensar, y que llegado el caso, si así no lo hiciese yo, lo peor ocurra. Y no veo que esto pase en una toma de colegio.
Una vez más ha ocurrido que la sensibilidad y fácil ofensa sale a flote por la simple y banal frase: “Fuera Macri”. Personalmente, estoy en desacuerdo en poner esa frase en los carteles que reflejan las causas de las tomas. No porque quiera que esté Macri en el poder, todo lo contrario. Pero pienso que eso le da pie a los medios para desacreditar a los estudiantes, y le tengo que dar importancia a eso pues no hay que negar que ellos son los que llegan a la opinión pública (sabemos cuán mal informada y moldeable puede ser debido a los mismos medios, pero prefiero organizar todo de tal manera que quede bien entendido y correctamente argumentado para luego mandárselas a guardar) que luego, si tienen verdadero interés, entiendan el asunto. Ya que estamos, me permito decir también que no estoy de acuerdo en que las tomas se extiendan por mucho tiempo. Ya que el asunto ha llegado a los medios de una forma significativa, y se ha conseguido que el Ministro de Educación de la ciudad, POR LO MENOS, haya propuesto algo, creo que se debería volver a las clases y, por ejemplo, establecer que si en un lapso de sesenta días las obras no empiezan, se vuelva a las tomas. Prefiero exigir primero que se aplique todo el presupuesto, y luego pedir que éste suba. Pero vuelvo a lo planteado al principio de éste párrafo. La sensibilidad y fácil ofensa sale ante dicha frase cuando comentan: “es una locura, no pueden decir algo así, ¡quieren derrocar al jefe de gobierno!”. No sé cuántas veces deba repetirlo, pero hay que hacerlo. ¡Son estudiantes, no terroristas! Pareciera que la gente que dice eso es sensible ante esa frase debido a otras épocas, y es verdad que el país ha sufrido, pero los culpables de ese sufrimiento fueron militares y guerrilleros, gente verdaderamente peligrosa. Díganme qué puede hacer un estudiante que se le parezca a lo que han hecho ellos. Sin embargo, si algún estudiante pensara que está bien levantarse en armas, deja de serlo y pasa a formar parte de eso que tanto criticaba.
Si llegaron hasta éste punto, miren hacia arriba y fíjense qué clase de temas he abarcado. Gran parte del artículo está dirigido a los opositores de las tomas de colegios, y vean que casi todo es una crítica a lo que ellos han dicho. Sólo en una oración se hace referencia a las causas de las medidas. Entonces, aplicando un poquito la lógica, se entiende que los opositores no le dan importancia a las causas. “Pero están de acuerdo”; lo dicen sólo porque está bien. Saben que si dicen “no me importa si se cae una escuela sobre los alumnos” nadie los va a ver con buena cara; es por eso que se sienten obligados a decirlo, y estar de acuerdo con una idea por obligación no es noble. El punto más importante, obviamente, es si los políticos les hacen caso a los que se quejan por las tomas, y la verdad creo que no. Acuerdan puntos y les dicen “tiene razón” a los disidentes, pero lo hacen sólo para que estos dejen de joder, ya que tienen cosas más significativas que tratar con ellos. Los políticos también se sienten obligados a decir cosas, y sé que muchas veces lo hacen porque sí y hasta mienten, pero ellos son a los que debemos recurrir para quejarnos y escupirles sus malas y/o faltas de decisiones, y no a la señora que se queja porque su hija no está en el colegio a las siete de la mañana debido a “unos pendejos”.
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