lunes, 7 de febrero de 2011

RELATOS: Papeles del Obtuso



DÍA 1 – De repente, no hay pasado

Hace un rato entré a mi habitación y prendí la luz. Son más de las dos de la tarde.
Así termina mi intento de introducción. No logro concentrarme en qué pasó antes.
¿Acaso no será nada? Siempre que me siento raro en algún momento, no importa si luego eso dará por resultado miedo o alegría, no puedo evitar hacerme la siguiente pregunta: ¿qué son realmente las cosas, los hechos? No sus significados. Para describirlos hay tiempo. Además, uno no reacciona por el significado de algo (y es más, la reacción es lo que tiene significado). No…uno reacciona, nada más. Pero es otra la pregunta. ¿Qué son las cosas realmente? No en sí, no existe tal cuestión. Qué son las cosas realmente, en la realidad. Y todo esto me sirve para explicar lo que acabo de relatar. Al prender la luz y notar, detrás de la persiana, que el sol estaba allí, reaccioné. “Se dio cuenta”, no. Simplemente reaccioné. Aquí no hay nada de descubrimiento, ni bajada de ficha, ni iluminación, ni nada de lo que se piense. Reaccioné.
“¿Cómo?”, sería la siguiente pregunta. Al notar tal situación me corrió un frío por el cuello y sentí la necesidad, por instinto creo yo, de salir de inmediato de allí, y me aferré a ésta silla. Cual hijo sorprende cojiendo a sus padres, asustado por haber visto algo prohibido, así me aferré a la silla y a la mesa. Y lo peor es que, supongamos que fuese un sueño y un temible monstruo me persigue…¡está allí no más, en mi habitación! ¡Y yo sentado en la sala! Basta. Me retuerzo de recordar lo que sentí. Verán, el miedo surge de lo que puede ser aquella cosa. Los gritos y la huida son naturales. Automático, una herramienta de supervivencia. Pero todo se torna una pesadilla infernal cuando la mente comienza a trabajar. Es horrible. De ese estado mental en carne cruda, pasar a tener conciencia de ese estado, hay un trecho, no tan largo, es cierto, pero largo al fin. Y se sufre. Primero hay que salir de allí, luego lo demás.
Y esto lo afirmo hasta que me muera. ¿Por qué sino escribo después de casi tres horas desde que ocurrió todo esto. Así es, no escribo para liberarme o por pasión o para conocerme a mí mismo o porque trato de vivir la vida que no tuve, o lo que fuera. Lo hago porque vi el papel acá arriba, y porque si no hago algo creo que me voy a morir. Y otra vez reaccioné.
No sé qué más escribir porque como ya les dije, necesito tiempo para pensar y, sí, está bien, descubrir qué significa todo esto. Por ahora supongo que serviría, de algún modo, decirles o comentarles el contexto. Vivo solo. Soy otro más en la ciudad, y soy bibliotecario. ¡Pocas palabras bastan para describir mi miseria!




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